Sucesos extraños

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I

Sucesos extraños

1

Natalia abrió los ojos lentamente con la luz que emanaba de la televisión. En ella, se desarrollaba una película de acción. A su alrededor todo estaba oscuro. Había anochecido hacía rato. Volvió a cerrar los ojos y a recostarse en el sofá. No recordaba haberse quedado dormida viendo una película. Lo último que recordaba era un coche rojo que se le echaba encima. ¿Acaso lo había soñado?

Suspiró. Debía estar muy trastornada y deprimida como para no acordarse de lo más elemental.

¿Y ese suspiro? —preguntó una voz masculina que le produjo un vuelco de corazón.

Abrió los ojos con rapidez y se incorporó en el sofá. Inmediatamente se dio cuenta de que no se encontraba en su casa, sino en una que le era dolorosamente familiar. Siguió el rastro que había dejado esa conocida voz. Estuvo a punto de gritar cuando vio a David sentado en una de las esquinas del sofá. Volvió a observar el salón en el que se encontraba, y las náuseas aparecieron raudas en su estómago.

¿Estás bien? —le preguntó el joven, preocupado.

Natalia no tuvo tiempo de responder. Saltó del sofá y recorrió el pasillo que conocía de sobra a la carrera. Entró en el cuarto de baño justo a tiempo para cerrar la puerta y vomitar en el váter. Era la primera vez que los nervios la traicionaban de tal forma. Respiró hondo y se incorporó, temblorosa y con los ojos llorosos.

En la puerta resonaron unos golpes. David intentó entrar sin permiso, pero Natalia volvió a cerrar la puerta y a echar el pestillo.

No entres —le advirtió.

Pero, ¿estás bien? ¿Qué te pasa?

Nada —contestó ella—. Ahora salgo.

¿Segura?

¡Que sí! —exclamó, cabreada.

Está bien…

Oyó sus pisadas hacia el comedor y volvió a respirar hondo. Se lavó la cara con agua fría y se sentó sobre la taza del váter a pensar. No lo entendía. Por más que le daba vueltas no conseguía acordarse de qué hacía allí con David. Pensó en mil posibilidades y todas le parecieron locuras. No había podido ocurrir ninguna de las ideas que su imaginación le aportaba por el simple hecho de que su último recuerdo consistía en su despedida de Héctor y en una carrera que había acabado en tragedia. ¿Cómo demonios podría haber ido a buscar a David sin haberse dado cuenta? ¡Era del todo imposible!

«Dios, el accidente me ha dejado secuelas», pensó, histérica. «Me di un golpe en le cabeza. Debo tener pérdida de memoria a corto plazo.»

Dios mío, Natalia, ¿qué has hecho? Joder… —gimoteaba la chica, desesperada.

Los nervios se instalaron en su estómago de nuevo. ¿Qué había pasado? ¿Qué hacía ella allí?

David volvió a llamar a la puerta.

¿Estás segura de que estás bien? —preguntó desde afuera.

Natalia abrió la puerta y lo enfrentó con los ojos humedecidos.

¿Qué hago yo aquí? —le preguntó directamente.

David parecía confundido.

Hemos quedado para ver una película —respondió.

¿Qué? —exclamó ella—. ¿Cuándo hemos quedado tú y yo? ¿Y a cuento de qué?

¿A cuento de qué? —repitió David—. Lo hacemos todos los domingos. Natalia, ¿te sientes bien?

¡No! —gritó la chica, furiosa—. ¿Qué demonios ha pasado? ¿Cómo que lo hacemos todos los domingos?

Estaba nerviosa, y David lo notaba en el temblor que recorría todo su cuerpo. El chico se acercó a ella y colocó las manos en sus hombros.

Cálmate. No entiendo por qué estás tan alterada.

¡Me altero porque no sé qué hago aquí!

¿Que no sabes qué haces aquí? —preguntó David, tragando saliva—. Es lo más normal, ¿no? Eres mi novia.

El corazón de Natalia volvió a dar un vuelco. ¿Su novia? ¿Acaso había vuelto con él?

¿Desde cuándo?

Desde hace once meses, Natalia —respondió él, comenzando a ponerse igual de nervioso que ella.

Natalia tragó saliva. Había recibido esa frase como si de una bofetada se tratara.

¿Once meses…?

Sí. Desde diciembre, ¿recuerdas?

Natalia permaneció callada durante unos instantes, asimilando lo que estaba ocurriendo. Lentamente regresó al sofá y tomó asiento. ¿Qué había pasado? ¿Estaba soñando, o acaso todo lo que había vivido, o lo que le había parecido vivir había sido un sueño?

¿A qué estamos hoy? —preguntó sin mirarle.

David sacó de inmediato su móvil y consultó el calendario.

A 16 de noviembre.

Natalia tragó saliva de nuevo.

¿De qué año? —se atrevió a preguntar.

¿Me estás vacilando?

¿De qué año? —repitió su pregunta con tono hostil.

De 2011. ¿De qué año va a ser? Natalia, creo que el sueñecito que te has echado te ha sentado muy mal —opinó David, dirigiéndose a la cocina para comer algo.

Natalia volvió a tumbarse. Cerró los ojos, intentando volver a la realidad, sin éxito. Esa era la realidad. No había otra. Todo ese mundo que había creído que era real, solo lo había sido en su cabeza. Todo un sueño. Héctor no existía. Nunca había existido.

2011 —repitió en voz baja.

¿Era posible? ¿De verdad él, con todos los sentimientos y situaciones que conllevaba, era imaginario? ¿Había creado su mente un personaje tan poderoso capaz de trastocar su mundo y hacerle creer en otra verdad? ¿De elaborar palabras de amor, decisiones arriesgadas, sentimientos peligrosos y hasta viajes inesperados? ¿Toda esa felicidad era mentira?

Abrió los ojos, y todo seguía igual. Nada había cambiado. En la televisión continuaban las escenas de lucha. David nunca le había dado la satisfacción de ver una película romántica. Según él, prefería verlas cuando estaba soltero. Lo recordaba bien.

Lo recordaba bien, porque era la realidad.

«¡Pero esta realidad es mentira!», gritó su inconsciente.

Una lágrima cayó por su mejilla.

Es mentira. Es mentira —se repitió una y otra vez.

Escuchó a David trasteando en la cocina.

«Él otra vez no. ¡No quiero! ¡No! ¡Héctor!»

Se levantó del sofá de un saltó y corrió por el pasillo. Antes de que David pudiera verla, salió corriendo de su casa calle abajo. Movía tan rápido las piernas que más de una vez pensó que se caería de boca. Cruzó la calle sin mirar. Los coches pitaron, pero ella siguió corriendo hasta que su cuerpo le pidió parar. Para entonces, ya estaba muy cerca de su casa.

2

Sandra llamó a su habitación un par de veces antes de abrir la puerta. Tenía el teléfono inalámbrico en la mano.

Es David —le dijo, alcanzándole el aparato.

Sandra cerró la puerta y Natalia se colocó el teléfono en la oreja con manos temblorosas, como si la persona que se encontraba al otro lado de la línea fuera un fantasma que la perseguía sin descanso. Y en cierto modo, eso era.

¿Diga?

¿Por qué te has ido así? —le preguntó David—. Me has asustado.

Natalia cogió aire mientras seguía con su búsqueda entre la estantería de su habitación.

Ahora no puedo hablar contigo —le dijo.

Pero ¿qué te pasa? —preguntó, desesperado—. Es que no lo entiendo.

Ya hablaremos mañana, si eso… —contestó Natalia, a punto de colgar.

Te has dejado aquí tus cosas. El móvil, las llaves, la cartera…

«El móvil», pensó.

No las toques. Mañana paso a recogerlas.

Colgó sin decir nada más y tiró el teléfono sobre la cama. Pasó la mirada por toda la estantería una vez más, pero no estaba. Allí no estaba el jodido libro que le había regalado Héctor. Maldita sea, no estaba.

Nataly, ¿dónde estás? ¡Te puse aquí! ¡Recuerdo que te puse aquí, joder!

Buscó entonces El corazón de Yucatán, el primer libro que la editorial Atenea le había publicado a Héctor.

¡Tampoco está!

Encendió el ordenador y buscó las fotos que se había hecho con Héctor. No había rastro de ellas. Entonces miró la fecha a la que se encontraba en el ordenador: 16 de noviembre.

Se dio cabezazos contra la pared, barajó varias posibilidades: tal vez se había vuelto loca, o quizás estuviera soñando. Pero, ¿y si realmente había perdido la memoria con el accidente? ¿Y si David se había aprovechado de lo ocurrido para hacer como si todo volviese a como estaban antes?

Salió de su habitación y corrió hasta la cocina. Sandra hacía la comida para el día siguiente. En la olla a presión se cocinaba a fuego lento un potaje de garbanzos.

Mamá, ¿qué día es hoy?

Dieciséis —respondió echando las patatas que acababa de pelar en la olla.

¿De noviembre? —preguntó, asustada.

Pues claro, ¿de qué va a ser?

A Natalia le temblaron las piernas. Aquello no era ninguna broma, de verdad estaban en noviembre de 2011.

Estoy haciendo potaje. ¿Quieres llevarte en una fiambrera para mañana?

Sí, sí… —contestó sin saber lo que decía.

Caminó aturdida hasta el pasillo. Pantera salió a su encuentro y se enredó entre sus piernas con maullidos suaves. Demasiado suaves. Natalia la miró con detenimiento y se dio cuenta de que la gata había disminuido de tamaño. Era pequeña. Jodidamente pequeña.

La cogió en brazo y la llevó hasta la cocina.

¿Mamá, soy yo o la gata ha encogido?

Sandra echó un vistazo a Pantera.

Yo la veo igual que siempre.

¿No está demasiado pequeña?

¿Cómo quieres que esté, si tendrá poco más de cuatro meses?

Se la llevó hasta su habitación sin decir nada. Cerró la puerta con pestillo y se derrumbó sobre la cama. Pantera maulló una vez más. Natalia la miró, a punto de echarse a llorar. No podía ser mentira todo aquello. Estaba demasiado bien montado.

Cogió en brazos a Pantera. La había encontrado abandonada en septiembre, con un mes de vida más o menos.

¿De verdad eres tú? —le preguntó.

Pantera respondió a su pregunta con un maullido casi inaudible. Después, saltó de sus brazos y se puso a investigar por la habitación.

Natalia entró de nuevo en el ordenador para una última comprobación. No se rendiría tan fácilmente. Entró en la página de la Universidad y buscó en las actas. Seguro que allí estarían las notas del primer curso y le darían la razón. Recordaba con detalle cómo había pasado todas las asignaturas. ¡Se acordaba hasta de las preguntas de los exámenes!

Entró en las actas y, para su sorpresa, solo encontró notas en el expediente aún abierto de Derecho. Sus notas de Filología no estaban.

«Pero… no puede ser… », se lamentó, rompiendo a llorar. «Me… me he vuelto ¿loca?»

3

Entró en la casa de Cádiz esperando encontrar a Natanael en el sofá, viendo la tele. Pero Natanael no se encontraba allí.

«Claro, me dijo que no volvería a este piso», recordó, y rápidamente su mente la corrigió: «No, espera… Eso realmente no ha sucedido. Natanael debe estar en su habitación.» Y una vez más volvió a corregirse a sí misma. «No. Natanael no vino a vivir con nosotras hasta finales de noviembre.» Por último, habló su miedo a estar perdiendo la cabeza. «¿Natanael es real?»

Se sintió mareada. Dejó el potaje de su madre en la cocina y caminó tambaleándose hasta su habitación. Ya con la mano en el pomo, se giró hacia la puerta contraria, donde se suponía que Natanael había habitado que, en verano, había decidido buscar otro piso. Pegó la oreja a la puerta, pero no oyó nada; llamó un par de veces y nadie respondió. Abrió con sigilo y observó el panorama. Ni rastro de la guitarra, ni de las pesas, ni la ropa de chico tirada por el suelo. La habitación estaba decorada con un indudable gusto femenino. Era la habitación de Miriam.

«Eso significa que Gema y ella todavía no son pareja», se dijo.

Al cerrar la puerta, un pensamiento la invadió.

«¿Todavía?»

Notó que las fuerzas la abandonaban. Abrió la puerta de su habitación y se dejó caer sobre la cama como un peso muerto. Permaneció allí, intentando no pensar en nada, hasta que el sueño la doblegó.

4

Natalia se sentó en su escritorio a las cinco de la mañana. Llevaba despierta desde las cuatro dándole vueltas a todo lo acontecido ese día. Se llevó las manos a la cabeza, planteándose en serio la idea de haberse vuelto loca. Era como si tuviese una especie de amnesia, pero al revés. Recordaba un año completo de su vida que no existía, y estaba volviendo a vivir lo que ella pensaba que ya había vivido. Todo estaba patas arriba. Aún seguía con David, Héctor no existía, no conocía a Natanael y sus compañeras de piso no eran pareja. Tenía que aclarar en su cabeza qué era lo real y qué lo ficticio, o su mundo se convertiría en un completo caos. Abrió uno de los cajones de su escritorio y sacó un cuaderno que abrió por una página cualquiera. Cogió un bolígrafo y escribió dos encabezados: «Sueño (Diciembre del 2011 – septiembre de 2012)», «Realidad (Actualidad. Noviembre de 2011)»

Cerró los ojos con fuerza, intentando recordar todo lo que pudiera ayudarla y empezó a escribir la primera lista.

Sueño (Noviembre del 2011 – septiembre de 2012)

-En noviembre conozco a Héctor.

-En diciembre es mi aniversario.

-En enero del 2012 dejo a David.

-Van a publicar los libros de Héctor en Madrid.

-América y Natanael no aceptan mi relación con él.

-El 5 de marzo, Héctor llega a Madrid.

-Nos conocemos el 10 de marzo. Viene a visitarme.

-Natanael avisa a David de dónde vamos a estar (aunque lo niega) y termina nuestra amistad.

-Héctor vuelve a Cancún.

-Entrevistas en la televisión y en la radio para Héctor.

-Cambio de horario en su trabajo.

-Nos queda poco tiempo para hablar.

-Se divorcia.

-Le dan la fecha de su presentación.

-Trabajo para conseguir dinero y así, poder ir a Madrid.

-América es una mentirosa.

Raquel (la de clase) es la ex de América y de David.

-Tenemos una fuerte pelea. Héctor tiene un accidente con el coche.

-Llega la fecha. Me voy a Madrid y estamos juntos durante una semana.

-Apruebo 1º de carrera y paso a 2º.

-Baja a Cádiz conmigo para estar unos días.

-David y Héctor pelean por la foto que le envió Natanael.

-Héctor arregla cuentas con Natanael.

-Los problemas se acumulan y decido dejarlo.

-Salgo corriendo de la estación y… me atropella un coche. Fin del sueño.

Natalia suspiró profundamente. Eran los acontecimientos más sobresalientes que habían tenido lugar en ese año que su imaginación había creado. Ahora tocaba la realidad, el presente.

Realidad (Actualidad. Octubre de 2011)

-Estoy en el primer semestre de mi primer año en la carrera.

-Me instalé hace un mes en la casa de mi tía.

-Gema y Miriam no son pareja.

-Natanael no vive con nosotras.

-Estoy con David. Es nuestro décimo mes juntos.

-Dentro de dos meses cumplo diecinueve años y mi primer año con David.

«¿Ya está? ¿Eso es todo?», le preguntó su mente.

Intentó recordar más cosas con las que rellenar la lista, pero no sabía con qué. Su vida real era aburrida y monótona, al igual que su relación. Era triste reconocerlo, pero la verdad era que ese sueño, esa mentira, había llenado su vida de emoción y experiencias nuevas, y de pronto, había llegado la realidad, golpeándola en la cara con ganas. Y no sabía por qué, pero se sentía triste. Normalmente los sueños no dejaban en ella una huella tan profunda. Eran mejores o peores; le hacían levantarse de buen o mal humor; pero nunca la marcaban de esa forma. Un personaje de ficción nunca había sido más poderoso que una persona real, y sin embargo sentía que ese hombre imaginario llamado Héctor tenía más fuerza de la que tenía David. Y eso era algo que la asustaba terriblemente.

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